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DeBÍ TiRAR MáS FOToS, el álbum más reciente del famoso artista puertorriqueño Bad Bunny, lanzado en enero del 2025, ha consolidado de inmediato su éxito global. Comenzó arrasando en las plataformas digitales, acumula críticas y comentarios positivos desde los primeros días y se ha instalado rápidamente en el tope de las listas de la industria musical. También ha generado cierta sorpresa por el carácter político de algunas canciones y por el acercamiento a ritmos antillanos emparentados con la salsa.
Pero la verdad es que Bad Bunny ya había rendido un sentido tributo a la salsa ante más de cien mil personas en el 2023 con un corto documental proyectado en la tarima del Festival de Coachella, donde él era cabeza de cartel. En el video reivindicaba sus raíces musicales con un breve recorrido histórico mientras nombraba y mostraba los rostros de los pioneros del género.
Narrado en inglés, comenzaba diciendo: «Esta es la música que nos formó: los tambores del Congo en Puerto Rico, los tambores de Nigeria en Cuba. Bomba y rumba, el baile como resistencia. Plena boricua, el primer alimento para el verdadero freestyle. El son cubano y su gloria esencial. Barriles, batá, güiro, maraca, guitarra, piano, el cuatro puertorriqueño y el tres cubano… la música que nos hizo nunca terminará».
El performance cerraba con los primeros compases de «Las tumbas», una canción compuesta por el inmortal Bobby Capó y grabada en 1975 por el Sonero Mayor, Ismael Rivera, con su orquesta los Cachimbos en el disco «Soy feliz».
No se me ocurre una mayor y más clara declaración de intenciones. Con esa apertura, Benito asomaba algo que ya le latía adentro, algo que estaba comenzando a hervir en el fogón de sus deseos.
Aunque aquel concierto duró más de dos horas y se centró en sus éxitos, en las múltiples variantes del género urbano que lo convirtieron en una figura mundial, el inicio de su presentación salsera se viralizó pronto en redes y generó comentarios no solo de parte de los millones de seguidores que tiene alrededor del planeta, por lo general adolescentes o veinteañeros más afines al trap, el reguetón y el perreo, sino también de los cultores de la guaracha, la bomba, la plena, la guajira, el mambo o el guaguancó, nostálgicos y parranderos de otras generaciones.
No fue el primero en hacerlo, pero con su gesto, gracias a su alcance y a la relevancia que tiene en la industria, Bad Bunny tendió un sólido puente generacional mientras puso a bailar a miles de asistentes del famoso festival en California, Estados Unidos. Y pese a que no todos los comentarios fueron positivos y a que el impacto de su performance se puede haber diluido rápidamente, como suele pasar con casi cualquier acontecimiento en la actualidad, ya había sembrado un germen, una semilla musical y sentimental que ha terminado de cobrar sentido en su más reciente y maravilloso álbum: DeBÍ TiRAR MáS FOToS (DTmF).
DoS
De los diecisiete temas de esta magnífica producción, al menos siete se vinculan a ritmos tropicales afines a lo que conocemos como salsa. Tienen voz propia, autenticidad. Son contemporáneos, no buscan imitar sino nutrirse y proponer. Por eso son distintos, por eso son buenos.
La canción que abre el álbum, «NUEVAYoL», es un reguetón que comienza con un sample de coro y metales de un clásico del Gran Combo de Puerto Rico, orquesta de referencia donde las haya, escrito por Justi Barreto e interpretado por el Godfather de la salsa, Andy Montañez: «Un verano en Nueva York».
En «BAILE INoLVIDABLE», una canción de la que hablaré más adelante con mayor detenimiento, la salsa tiene un peso indiscutible con un espacio destacado para el piano. Algo similar ocurre con otros temas como «LA MuDANZA», que cierra el disco con broche salsero; también «PIToRRO DE COCO», «WELTiTA», «CAFé CON RON», «LO QUE LE PASÓ A HAWAii» y «DtMF» (abreviatura estilizada de Debí tirar más fotos), una hermosa pieza musical que le da título al álbum y que miles y miles de usuarios han replicado en sus redes sociales, especialmente en TikTok, para compartir añoranzas y recuerdos preciados: momentos del pasado con mascotas o personas que han formado parte de sus vidas.
Con estos temas Bad Bunny les canta a sus madres y padres musicales, a sus raíces y costumbres, reivindica el sentido de pertenencia, desafía alegremente las lógicas del mercado, juega con ellas y se impone gracias a su inteligencia, al talento de sus músicos y a la poderosísima conexión emocional que logra establecer desde el amor y la nostalgia. Porque además de festiva, esta es, sobre todo, una obra sobre el paso del tiempo.
TReS
La mezcla de estilos y ritmos suele generar controversias, pero ha existido siempre y, por fortuna, seguirá siendo así. Aunque la salsa se popularizó entre los años sesenta y setenta del siglo XX, ya existía desde antes y siguió sonando con fuerza hasta finales de los noventa; de hecho, más que un género en sí, realmente es un conjunto de géneros que se fue amalgamando y que recoge lo que sembró un enorme movimiento popular, cultural e identitario que le dio sentido a una forma de ser y estar en el mundo.
La salsa se afianzó en Nueva York y se extendió y mercadeó por todo el Caribe hispano, llegó a reinar en emisoras, discotecas y hogares de Puerto Rico, Panamá, México, Colombia, Venezuela y Perú. Produjo miles de discos y temas propios, pero sus compositores e intérpretes supieron alimentarse como pocos de otros géneros. Por poner solo dos ejemplos, habría que preguntarle a la balada y a la música popular brasileña.
No es de extrañar que ahora sean los nuevos exponentes latinoamericanos del perreo los que miren hacia atrás y enriquezcan sus proyectos musicales con la salsa y otros ritmos afines que escuchaban en las fiestas de su infancia, aquella música sabrosa que sonaba en vinilos, casetes o CDs y que ponía a bailar a sus padres o abuelos.
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«Esta es una noche especial. Y escogí la que creo que es la canción favorita de todos ustedes, mis fans». Esto lo dijo hace poco en inglés la superestrella colombiana Karol G durante la celebración del Billboard Women in Music Awards 2024, donde recibió el premio a la Mujer del Año. Iba descalza y hablaba con una bandera de Colombia amarrada al paral del micrófono: «No es la más popular, pero sé que es su favorita. Traje a muchas chicas talentosas conmigo para hacer una versión especial que representa mis raíces y mi comunidad latina, y quiero que todos la disfruten».
Con su encanto y su carisma habitual, Karol G interpretó entonces una preciosa versión en salsa de «Amargura», uno de sus tantísimos éxitos, que en su disco ya incluía la primera frase del tema «La cura», del fallecido salsero puertorriqueño Frankie Ruiz, y que también repitió sobre tarima: «Si me dicen que yo me estoy curando es la verdad». Vale decir que, para esa ocasión, la banda de la Bichota estaba integrada solo por mujeres (trece en total), que en la percusión estaba Emily Estefan, la hija de Gloria y Emilio Estefan, y que entre las presentes puso a bailar hasta a Katy Perry.
Además de Bad Bunny y Karol G, otra figura famosa de la nueva generación de reguetoneros que disfruta rindiéndole homenajes a la salsa es el puertorriqueño Rauw Alejandro. Por ejemplo, en su disco «Cosa Nuestra», que recibe su nombre de un LP de Willie Colón de 1969, compone un tema de salsa que se llama igual, fusiona ritmos tropicales y canta una muy buena versión de otro de los temas más recordados de Frankie Ruiz: «Tú con él».
Daddy Yankee, Don Omar, Residente, Farruko, Ozuna y Guaynaa son otros destacados músicos puertorriqueños que han interpretado, acompañado o versionado canciones propias o ajenas a ritmo de salsa. Guaynaa resalta por sus versiones de «Ven devórame otra vez», que grabó Lalo Rodríguez en 1988, y de «Un lobo domesticado», una canción compuesta originalmente en clave de balada por el mexicano Joan Sebastian, que nada tiene que ver con la salsa, pero que fue popularizada en este género por Tommy Olivencia. Ambos temas pertenecen a una oleada más propia de los años ochenta, cuando la salsa intentaba readaptarse y volver a ganar terreno frente a la fuerte irrupción del merengue en el mercado. La música alimenta a la música.
Recientemente, también han cantado salsa el colombiano Mike Bahía, que en su álbum del 2024, «Calidosa», honra a su Cali natal, y los venezolanos Beto, de Rawayana, Orestes Gómez y Neutro Shorty, que se juntaron en el 2023 para grabar un video que incluye su versión de «El incomprendido», otro magnífico tributo a Bobby Capó y al inmenso Ismael Rivera.
No pretendo afirmar que la bomba, la guaracha o la plena volverán a reinar en la industria musical en español, mucho menos entre los más jóvenes. Incluso, aunque esta aproximación a viejos ritmos afrocaribeños por parte de los grandes exponentes del género urbano en años recientes sea para aplaudir y esté resultando contagiosa, podría ser pasajera. El mercado dicta pautas y, de darse las cosas así, no creo que haya nada que lamentar. Al contrario. Hay nuevos y no tan nuevos cultores de la salsa y sus variantes que siguen haciendo un trabajo estupendo. Tal como ocurre en cualquier disciplina del arte, cada género ha de nutrirse de otros y de sí mismo.
Sin embargo, me parece importante reconocer y celebrar este cruce de ritmos, estilos y generaciones que alienta las conversaciones y los bailes, incluso las discusiones y las críticas, el hype y el hate de las redes, porque puede revalorizar nombres fundamentales de la música, la fiesta y la identidad latinoamericana, como Héctor Lavoe, Roberto Roena, Eddie Palmieri, Cheo Feliciano, Ray Barretto, Ángel Canales, Joe Arroyo o Celia Cruz y de músicos aún vigentes como Oscar D’León, Rubén Blades o Gilberto Santa Rosa, por nombrar solo a algunos.
CiNCO
Ya lo plasmó Bad Bunny en aquel documental proyectado en Coachella: «La música que nos hizo nunca terminará». Diría que tamaña verdad está directamente emparentada a otra idea que expone con brillantez en la canción que él ha declarado como su favorita del disco y que acompaña de un videoclip protagonizado por el veterano cineasta y actor puertorriqueño Jacobo Morales: «BAILE INoLVIDABLE».
En el videoclip, Jacobo entra a un salón de baile para inscribirse en clases de salsa y allí la música lo transporta al pasado. Se transforma en una versión joven de sí mismo que interpreta Benito y vuelve a conectar en su viejo Puerto Rico con un amor de entonces. Bailan juntos.
Musicalmente hablando, la canción tiene dos partes. La salsa empieza al minuto y seis segundos con una percusión que viene inmediatamente después de una frase que sirve de bisagra con el intro.
Esa frase es la idea a la que me refiero y la menciona Jacobo Morales en otra pieza audiovisual: el cortometraje que escribió y dirigió el propio Bad Bunny junto a Ari Manel Cruz para lanzar su álbum al mercado. Se llama, cómo no, DeBÍ TiRAR MáS FOToS.
Con el uso de un personaje animado creado en posproducción, un sapo llamado Concho que representa un símbolo de resistencia cultural, Jacobo conversa y reflexiona, reivindica la magia y la conexión con su tierra, afianza su identidad. Es a Concho a quien le suelta la frase que luego se rescata para la canción «BAILE INoLVIDABLE».
Y esa frase —que da paso a la salsa— es una idea vital, sencilla pero poderosa. A algunos podría sonarle ingenua o cursi; yo la enmarcaría en todas las disqueras y estudios de grabación, en todos los hogares, en todas las empresas y hasta en todas las instituciones públicas, especialmente en Latinoamérica, porque se trata de algo nuclear: conecta cada uno de los puntos, dota de sentido y concentra la razón de este tipo de tributos y creaciones, todo aquello de lo que hemos estado hablando hasta ahora.
Con la voz ronca de alguien que ha vivido lo suficiente para saber lo que importa en la vida y en el arte, dice lo siguiente: «Mientras uno está vivo, uno debe amar lo más que pueda».