A lo largo y ancho de todo el planeta hay una persona —más de una, en realidad—, que en este instante está a punto de hacer el amor con otra de la que está profundamente enamorada. Por eso siente —con suerte, lo sienten ambas—, que es la más feliz del mundo.
En este momento también a alguien, en algún otro lugar, teniendo un orgasmo intenso, fabuloso, un orgasmo de antología que quisiera extender por el resto de sus días. Esa persona cree que nunca había sido tan feliz, que posiblemente durante esos segundos ha sido la más feliz sobre la faz de la Tierra.
En otro rincón de los cinco continentes con sus islas y sus aguas y sus imponentes picos, cataratas, pueblos y comunidades hay una pareja que acaba de recibir una gran noticia: están esperando un hijo y en menos de nueve meses se convertirán en padres. ¿Quién les dice a ellos que no son, justo ahora, las personas más felices del mundo?
Hay además varias mujeres que están dando a luz y que al ver nacer a su hija o a su hijo o a sus gemelos o trillizos, sienten lo mismo: que ellas sí, cada una en un lugar, representan la expresión máxima de la felicidad. Está pasando. Ya. Y no hay nada comparable, hasta sus familiares sienten algo parecido.
En otro sitio hay alguien que está ganando el premio gordo, alguien que por fin está alcanzando la cima de su montaña más alta, alguien que está culminando un proyecto al que le ha dedicado meses o años de esfuerzo, alguien que recoge una cosecha monumental, magnífica: todos —creo— son o pueden ser o están siendo, al mismo tiempo, la persona más feliz.
En este momento también hay alguien que acaba de salvar su vida. Y, además, hay alguien que acaba de salvarle la vida a otra persona. Eso debe de estar ocurriendo en más de un lugar, por increíble que suene. Ellos sí que han experimentado la felicidad mayúscula, al menos por unos instantes.
También hay una persona que está recuperando el habla o la visión, otra que puede oír por primera vez desde que nació y otra que está volviendo a caminar después de una lesión tortuosa. ¿No es cada una de ellas en esos minutos la persona más feliz del mundo?
Hay personas que asisten al concierto con el que siempre habían soñado, personas que conocen a sus mayores ídolos, personas que triunfan en un concurso de talentos, personas que acaban de ser las estrellas de la final de algún torneo deportivo…, y son las más felices.
Alguien acaba de conseguir el trabajo de sus sueños, alguien acaba de lograr un jugoso aumento de salario, alguien acaba de recibir una mejor oferta laboral, alguien acaba de renunciar con gusto a su empleo para ser por fin el dueño de su tiempo. Alguien se ha comprado su primera casa. Alguien se mudó, por fin, a la ciudad en la que siempre había querido vivir. Alguien ha llegado a un paraíso y está deslumbrado con la maravillosa naturaleza. Alguien acaba de conocer el mar —pensemos en esta persona, por favor—. Todo está pasando ahora. Claro que hay alguien que se siente más feliz que el resto.
También hay una persona que acaba de abrazar a los suyos tras ser rescatada de un secuestro, vaya dicha. Hay otra que está recibiendo el amor incondicional de sus padres en forma de respaldo absoluto después de revelarles con orgullo que pertenece a otro género. Hay otra que está besando a sus hijos a los que no veía desde hace años, luego de haber migrado. Cada una es la más feliz.
Éxtasis, realización, asombro, satisfacción, culminación, iluminación, renacimiento…, son muchas las formas de la felicidad. Tú habrás gozado la tuya, habrás tenido tu minuto más feliz, incluso varias veces, incluso con experiencias más simples —muchísimo más simples—, incluso sin darte cuenta.
Pero esto también tiene su anverso, una cara opuesta. Todo en la vida lo tiene. No hay esplendor sin oscuridad. Y viceversa. Por eso la vida es majestuosa: por la inmensidad de sus posibilidades. Por eso hay tanto por descubrir y tanto por buscar y tanto por aprender. Por eso hay tanto material para escribir.
Solo hace falta pensar. Detenernos a pensar. Que somos únicos, pero no somos los únicos. La vida son instantes. Solo hace falta observar con atención. Solo hace falta recordar y contemplar. Solo hace falta inventar y volar. Pongámosle color a esto para el cierre: ¿cuáles dirías que han sido tus momentos más felices?