Todo el tiempo que nos queda

Irene Junquera apela a su inteligencia y su alegría, a su mirada vivaz, inquieta, curiosa. Su cerebro no para. Le gusta bailar, le gusta viajar, le gusta el fútbol, le gusta escribir. Y todo eso está presente en su primera novela.

«No permitas que nadie apague tu luz», le dice una maestra a Elena, una niña de pueblo curiosa e imaginativa que tiene un don especial: escribe de maravilla. Pero en aquella época a las mujeres se les prohíbe brillar.

Un bello homenaje a las luchadoras del siglo XX, a las buenas maestras y al amor más importante en estos tiempos: el que debemos sentir por nosotros mismos.