Me confieso adolfista o macíashuertista. Un fan, vamos. He sido un lector, un corrector y un editor agradecido de este brillante autor ecuatoriano, que escribe siempre —como los grandes— desde los bordes de sus propias sombras.
Esta novela, la última que edité antes de moverme de Colombia a España, narra desde perspectivas contrapuestas tres historias que se funden hasta volverse una; música, memoria y desamor son aristas de un mundo donde los muertos caminan entre vivos y los vivos ignoran que ya están muertos, pero todos desean, todos sienten, todos escuchan.
La pequeña ciudad junto al mar es arrasada por un terremoto. Las ruinas y los rumores se esparcen entre sus habitantes, seres condenados a la repetición en busca de redenciones imposibles. En medio de ellos, un violín se niega a ser vendido.